Martina Garcia
Según el libro “Historia de la plaza de toros de Madrid”, publicado por primera vez en el año 1883, Martina se quedó huérfana de padre y madre en 1821, y 1828 se trasladó a Madrid donde trabajó como niñera en una casa situada en la calle bordadores. Luego se colocó como cocinera en un bar de la calle Hortaleza, donde trabó amistad con unos empleados de la plaza de toros de la Puerta de Alcalá, que la convencieron para hacerse torera.
Actuó por primera vez en Madrid como banderillera –en una cesta- el 15 de enero de 1837. Vestían ella y Manuela Resiando, su compañera ese día, trajes de manolas con falda corta y sin pantalón. Repitió dicha suerte, por otra parte muy popular y habitual en esa época, el 5 de noviembre y otra vez el 25 de diciembre, con Magdalena García y Antonia García como picadoras y La Martina y Rosa Inard, de Benabarre, en las cestas con las banderillas.
(En la imagen "La Martina" acuarela de Ulpiano Checa)
Gracias a que logró hacerse un nombre en las mojigangas (representación pantomímica que se hacía antes de las novilladas con origen en el siglo XVI), el 18 de febrero de 1838 Martina pudo torear por primera vez como matadora con su propia cuadrilla formada solo por mujeres. Se enfrentó a un eral adelantado de dos años, esta vez en serio, que fue banderilleado a cuerpo, como debe ser, por la castellana Antonia García y la aragonesa Rosa Inard, y matado a estoque por la propia Martina.Cobró la buena suma de 200 reales por su actuación.
El 11 de marzo de 1838 participó en Madrid en una novillada embolada con las Mojigangas representando «El Doctor y la Enfermera» asistiendo después en la brega con el capote la lidia de un novillo. Actuó poco después en otra novillada haciendo de Dulcinea del Toboso en la representación de una escena del Quijote.
No obstante, Cossío cita su presentación como espada siete años más tarde, el 26 de enero de 1845. Ese día iba vestida a la antigua francesa y picaba Teresa y Magdalena García, vestidas de castellana y gallega, respectivamente. Rosa Inard y Manuela Renaud, ataviadas de aldeana y pasiega, pusieron banderillas desde cestos. De nuevo actúa en Madrid en 1846 con las mujeres toreras las mojigangas.
El 9 de enero de 1848, Martina García toreó en Madrid, anunciando que las picadoras Magdalena García y Rosa Inard iban a ejecutar la suerte montadas en burros, mientras que Manuela González y Paula Martínez iban a banderillear desde cestos.
El 4 de febrero de 1849 toreó en la capital española con María García, “La Gitana Cantarina”, y esta salió como mandan los cánones, vestida de luces. Era una fuerte rival de La Martina. Toreó bastante y los críticos coincidían en calificarla de intrépida y serena ante los toros.
Natalio Rivas dijo que su larga carrera estuvo impregnada de gran valor, pero poco arte. Pascual Millán la comparó con Lagartijo por su gran habilidad en el ruedo.
El 16 de abril de 1874 toreo la última mojiganga con Juana López y Tomasa Prieto, que se encargaron de picar las reses montadas en burros, mientras que Javiera Vidarurre y Rosa Campos pusieron banderillas. (Siempre había mucha resistencia –si no prohibición- a que las mujeres actuasen con seriedad en el ruedo, como ellas mismas deseaban); Martina García fue espada.
La última actuación de Martina García fue el 16 de agosto de 1874 con José Giraldez, «Jaqueta», en el último festejo celebrado en la desaparecida plaza toros de la Puerta de Alcalá al ser derribada al día siguiente.
Prescindió de apoderado que le resolviera los contratos. Por sus habilidades la torera fue comparada con el diestro Lagartijo, según escribe Pascual Millán en su obra «Los novillos». La trayectoria de Martina García ha sido comparada con la del torero Pedro Romero por su larga duración, ya que la torera estuvo cerca de cuarenta años en activo. A pesar de haberse retirado unos meses antes volvió a ponerse delante de un astado el 7 de noviembre de 1874, tenía sesenta años.
Fue censurada por diferentes detractores, periodistas y escritores taurinos, el crítico Federico Dominguín, por ejemplo, la calificó de «infortunada matadora y anciana». Actuó con toreros en corridas mixtas, entre ellos Cúchares, quien hizo mención a su valor y al poco conocimiento sobre las reses que tenía la torera. Pascual Millán habló de la torera como una institución, fue mencionada por Benito Pérez Galdós. En la Biblioteca Nacional (Madrid) se conserva el documento en el que Martina García solicitó permiso para torear.
A la Martina le habían pegado mucho los toros. El crítico taurino Manuel Serrano García-Vao dijo haberla visto tres años más tarde estoquear un cornúpeta. Parece ser que su última actuación en público tuvo lugar en la plaza de la carretera de Aragón de Madrid, el 7 de noviembre de 1880, cuando ella contaba 66 años. Es extraño que la dejaran actuar a tan avanzada edad y, lógicamente, La Martina ya no era ni la sombra de lo que fue, sino una simple anciana que quiso, pero no pudo, Martina García murió en Madrid el 27 de julio de 1882.
Fue una pequeña excepción para su época, y llegó a alternar con hombres y a matar novillos, embolados y también en puntas. Se dice que dominaba las distintas suertes de la lidia y, cuando era cogida, se empeñaba en seguir en el ruedo hasta terminar con la res.
"La Martina" que recogió el relevo de "La Pajuelera”, se había introducido en el mundillo de los toros a través de los espectáculos de toreo cómico que entonces gozaban de gran aceptación, y llegó con el tiempo a cobrar tanto como las figuras cimeras de su época”. Fue muy comentada su rivalidad con María García, "Gitana Cantarina", a quien derrotó en Madrid en una recordada tarde del 4 de febrero de 1849.
Cuenta Antonio García Ramos en su libro “20 temas taurinos” que nada menos que Curro Cúchares, con quien había toreado en diversas ocasiones en corridas mixtas, le dijo:” Martina, si lo que te sobra de valentía, lo tuvieras de conocimiento de las reses, serías tanto como yo”.